Es la noche de San Juan.
Es la noche de las brujas.
Se reúnen los granujas
ahí en el Caupolicán.
Un homenaje a Satán
le tienen organizado;
como si fueran soldados
los diablos entran marchando;
adentro están proyectando
la imagen del Condenado.
Se encarama en el estrado
un diablo bigote blanco,
mientras le cuidan los flancos
dos diablos mal encachados.
Adelante están sentados
los demonios deleznables,
con sus galas y sus sables,
mientras en la galería
cloquea la brujería
invocando al Detestable.
Pa’ proteger la diablada
el Intendente del Cielo,
en un exceso de celo,
dispuso una guardia armada.
La gente estaba alarmada
y al borde de la paciencia:
sospecha que hay connivencia
del Cielo con el Infierno
al permitir que el averno
invoque a la Providencia.
El diablo, con frases hechas,
va exaltando a la platea:
Una diabla vieja y fea
se está sacando las mechas.
Después va nombrando fechas
donde mezcla las gloriosas
con aquellas injuriosas
que recuerdan al Maldito
y pa’ acabar este rito
cantan la Segunda Estrofa.
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