Jesús está agonizando
arriba’ el Santa Lucía;
a sus pies está María,
la de La Legua, implorando.
Algo raro está pasando,
porque vuelven los milicos;
corriendo a los cabros chicos
instalan una escalera
y suben a la carrera
desclavando el crucifijo.
Ya lo bajan de la cruz
sacándole la corona;
y bajando de la loma
esto les dice Jesús:
“Quisiera tomar un bus
que me lleve a Recoleta;
pero no ando con tarjeta
y como estoy sin trabajo,
siempre me echan para abajo
dejándome en la cuneta.”
(El tiempo se devolvió
una semana pa’atrás;
la gente mira asombrá
cómo se atrasa el reloj.
El sol también se escondió
detrás de la cordillera;
todo el mundo está a la espera
porque hoy llegará el Mesías
y dice la policía:
“El orden ni Dios lo altera”).
Un hombre que está observando
hace años lo que pasa,
lo invita para su casa,
y así se van: conversando.
Del brazo, van avanzando
entre medio de las gentes
que pasan indiferentes
caminando a paso largo,
para cumplir el encargo
o el mandato de un gerente.
Pasan por la Catedral
y nadie lo reconoce.
El cañonazo ‘e las doce
a Jesús hace saltar.
–”¿Otro Golpe militar..?”
pregunta en tono prudente.
Siguen por calle Puente
y enfilan pa’ Recoleta
subiéndose a la maleta
en un bus repleto ‘e gente.
–”¿Conoce pa’ Recoleta”?
–”P’allá vivo yo, Señor...”
– “¿Puedo pedirle un favor?
Ando buscando un Poeta;
todo el mundo lo respeta
sin ser hombre poderoso.
Me dicen que es trabajoso
hacerle algún homenaje
y antes de irme de viaje
quisiera ver al donoso”.
...
El tiempo se enderezó
regresando pa’ adelante;
volvieron a andar como antes
las manillas del reloj.
La semana ya pasó,
la vida no va en reversa,
y los hombres en conversa
–como viejos conocidos–
ni siquiera se han movido
pa’ tomarse una cerveza.
Ya repuesto, el invitado
quiere volverse pa’l centro
para enfrentar el encuentro
que le ha sido programado.
–”¿Cómo le pago, Gustavo?”,
–”Amigo, no quiero pago
y tampoco espero halagos,
me ha bastado con su trato”.
...Y dejo hasta aquí el relato:
vuelve el domingo a Santiago.