Me fui al Persa-Bío-Bío
a rastrojear cachureos
y lo primero que veo:
un viejo zapato mío.
¡Tanto tiempo ha transcurrido,
mi viejo zapato izquierdo,
que al verte, altiro me acuerdo
de esa etapa de mi vida!
Dijo el hombre que vendía:
Llévelo. Pa’ los recuerdos.
Regresaron a mi mente
los años de juventud,
rebosantes de salud
y de ignorancia insolente.
Hoy, esta calva incipiente
me está dejando sin pelo,
duermo poco, me desvelo
revolviendo en la memoria;
sólo este zapato-escoria
me acompaña en este vuelo.
Así, lo tengo a mi lado,
solitario, triste y viejo;
le puse al lado un espejo
para que esté acompañado:
(Cuando mire para el lado
verá a su hermano derecho).
Un suspiro de su pecho
me dirá que está contento
y con un pausado aliento
descansará satisfecho.
No ha faltado el visitante
que me pregunte extrañado
qué es lo que hace ese calzado
sobre aquel tan fino estante.
—Es un objeto importante
en su lugar merecido;
y por él he comprendido
lo que dijo Carpentier:
que no es posible volver
sobre los pasos perdidos.
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