Se fueron los tres soldados
tan libres como llegaron;
en vano los apresaron
y estuvieron acusados.
Van a ser condecorados
por su propio Presidente,
por ser la papa caliente
con que solos nos quemamos.
Felices, los bolivianos
se fueron muy sonrientes.
Ahora fueron marinos
los que pasaron la raya;
iban camino de Ushuaia
(que está en el lado argentino).
Como el único camino
por tierra, es pasar por Chile,
no llevaban sus fusiles,
pero sí un par de pistolas;
mas la Aduana los controla
y confisca los misiles.
Yo propongo se levante
un muro como el de Texas
y que se llene de rejas
las fronteras colindantes.
Quinientos mil vigilantes
con cámaras y lebreles,
y serpientes cascabeles
por si un vecino se asoma.
Por cerros, valles y lomas
un millón de decibeles.
O quizás podría ser
como el muro cisjordano
–pa’ separar los hermanos–
que ha levantado Israel.
Y serviría, también,
como muro ’e los lamentos
para todo descontento
que habite en este país,
pudiendo matar así
dos pájaros al momento.
Un muro del largo ‘e Chile
que proteja del vecino
boliviano o argentino,
o peruanos y gentiles.
Además de un récor Guinness,
tendríamos de pantalla
esta nueva Gran Muralla
desde Arica al Polo Sur
evitando así el albur
de que alguien salte las vallas.
Y un foso con cocodrilos
al pie de la cordillera,
orillado con palmeras
imitando el río Nilo.
Custodiando con sigilo,
techar es preciso, el cielo,
para que no entren en vuelo
los enemigos aviones.
Y hay que artillar con cañones
las casas y rascacielos.
No hay que olvidarse, señor,
de las minas subterranas
que podrían ser mañana
la entrada del invasor.
Habrá que ser previsor:
vigilar los agujeros,
las napas y los esteros,
géiseres y manantiales,
los hoyos de los volcanes,
salares y ventisqueros.
Conclusión:
Como Drogo, en su Desierto*,
esta historia es obsesiva,
afiebrando la inventiva
del enemigo encubierto.
Nada, pues, resulta cierto
y el enemigo no llega;
así la vida se entrega
desvariando un espejismo,
y vencido por sí mismo
se envilece el estratega.
*Drogo, Giovanni: personaje central de "El Desierto de los Tártaros",
escrito por Dino Buzzatti en 1940.
escrito por Dino Buzzatti en 1940.
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