(Cuento para mayores)
Había una vez un lobo
disfrazado de Pastor,
que cumplía su labor
engañándolos a todos.
Con disimulados modos
pastoreaba a las ovejas
y ayudaba a las más viejas
a cruzar los arroyitos;
mas, cuidaba a los cabritos
con intenciones aviesas.
Un día Pedro gritó
alarmándolos a todos:
¡Cuidado que aquí está el lobo!
El Bosque se estremeció.
El lobo juró por Dios
que Pedrito era embustero.
“Aquí tienen un dinero
para olvidar el suceso;
les puedo dar muchos pesos:
no me espanten los corderos.”
En El Bosque se reunieron
santas damas, hombres sabios,
para borrar los agravios
que al pobre lobo le hicieron.
Un cabrito se comieron
con un hambre bien lobuna,
y el Pastor, de su fortuna,
repartió unas donaciones
y se fue con sus legiones
aullándole a la luna.
El Jefe de los Pastores
se sintió medio cachudo,
pero igual se quedó mudo
cuando supo pormenores.
Habló con los seguidores,
llamó a la Caperucita,
le preguntó a la abuelita
también a los tres chanchitos.
A todos les dió un librito
y un litro de agua bendita.
Al despedirme de todos,
les dejo la moraleja:
no dejen a sus ovejas
a los cuidados del lobo.
El ladrón comete robos,
y asesina el criminal,
pero el lobo al pastorear
obedece a sus instintos
y aunque parezca distinto
siempre será un animal.
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