Que Obama tiene carisma,
nadie podría negarlo;
basta con sólo mirarlo
cuando está en la papa misma.
A mí, lo que más me abisma,
es que demuestra cultura,
respeta su investidura
sin hablar ni hacer leseras;
muestra educadas maneras,
tiene buena catadura.
Lo invitaron a una cena
y a tomar el desayuno,
pero no encontró oportuno
visitar casas ajenas.
La Moneda estaba llena
de honorables invitados;
también había diputados
que querían sus autógrafos
y pedían al fotógrafo
los retratara a su lado.
Lucía sus perifollos
la política criollada,
y la gente meditaba:
“¡con estos nos vamo’ al hoyo!”
Con discursos sin meollo,
bien comidos y tomados,
quedaron los invitados
como pavo en mes de santos,
felices de comer tanto
poco antes de ser asados.
Esta fue la colación,
empezando por la entrada:
se ofrecía una ensalada
llamada “Concertación”
¿Ingredientes? ¡Un montón!
...que no tienen gusto a nada.
Langosta a la marejada,
champignones Ravinet,
una torta Aenefepé...
¡Pantagruélica jornada!
La gente de oposición
se mostraba muy feliz
de haber comido perdiz
al lado del anfitrión.
Quedaron sin opinión
en la cena de etiqueta
y hasta el Capitán Planeta
celebró la comilona
abrazado con Coloma
al lado de una pileta.
Obama se retiró
de esta cena exagerada
y emprendió la retirada
a la pieza que arrendó.
La chusma no se enteró
porque quedaba comida
y “después no hay otra vida
pa’ pecharle a papá Fisco”.
Y gritaban: “¡traigan Pisco,
que se acabó la bebida!”
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